La extensión de las llamadas Redes Sociales nos ha llevado a la obsesión por la comunicación rápida, por la participación virtual masiva, sin implicaciones reales, por la sustitución falsa e ilusoria de elementos de nuestro mundo real, por aquéllas simulaciones o correspondencias en el mundo virtual. Y por decirlo de forma rápida para que me entiendan todos los lectores: LOS AMIGOS DE FACEBOOK NO SON AMIGOS. La amistad es una experiencia humana que requiere aspectos y correlaciones que sólo pueden darse en el mundo real. Pero insistamos en las ventajas de las Redes Sociales, de las Nuevas Tecnologías y de las Comunicaciones interpersonales, que no quiero dar una visión sólo negativa: gracias a ellas conocemos a gente de otro lado del planeta, ayudamos a los tímidos a relacionarse, podemos encontrar pareja, y podemos convocar a miles de personas a una manifestación, como ha ocurrido en la llamada "Primavera Árabe". Pero si esto deteriora en el absurdo, las conductas, comportamientos y relaciones humanas entran en una nueva fase casi obsesiva, donde estamos pendientes de seguir una cuenta de Twitter que no habla, o que nos dice perogrulladas, o de colocar nuestras fotos personales del último viaje en nuestra cuenta de FaceBook.
De esta forma, los 140 caracteres como máximo de un mensaje de Twitter, o los comentarios de un enlace, noticia o fotografía de Facebook no pueden sustituir a la capacidad crítica de buscar información, de analizarla, de contextualizarla y de valorarla ajustada a nuestros valores y principios. Y del mismo modo, no podemos perder la capacidad de disfrute de las otras experiencias humanas, como pasear, conversar, tomar unas cañas con los amigos (reales), etc. Hemos de considerar las Nuevas Tecnologías sólo como una herramienta de nuestro mundo, que nos ayudan a comprenderlo y a analizarlo, a realizar nuestro trabajo, e incluso a mejorar las condiciones de la vida humana. Pero hemos de combatir los otros posibles peligros. Comparemos las costumbres y la infancia que hemos tenido la gente de nuestra generación adulta, con las de los chicos y chicas de hoy. El porcentaje de juegos y de experiencias reales va en detrimento de las virtuales. Estamos creando una generación tecnológica, pero si no lo impedimos, quizá algunas vertientes de la vida humana queden muy relegadas a planos no recuperables en el futuro.
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